Amor a sorbos
Paseando por parques y jardines,
uno se pone nostálgico. Las parejas jóvenes, disfrutando del frescor de la
hierba; las de ancianos, con las manos enlazadas, caminando, lentos,
reconociéndose a sí mismos en esos chicos que los miran, entre la curiosidad y
la sorna, desde el suelo…
Paseando, paseando, me he topado
con uno de esos símbolos de amor que han sido, son y serán: grabado en un
árbol, un corazón atravesado por una flecha y flanqueado por los nombres de
Manuel y María, con una fecha debajo… 3-5-11, creo. Mi reacción: un suspiro de
quien ha estado y está enamorado. Acompañado de un sentido: “¿Y a mí qué me
importa?”
Los árboles no tienen culpa de
nuestros amores, de modo que no acabo de entender por qué los apuñalamos, por
qué les causamos cicatrices para decirle al mundo que el uno quiere a la otra o
la otra al uno.
Busquemos un soporte mejor, menos
dañino y donde declaremos nuestro amor a quien de verdad le importa y no al
mundo en general: una taza personalizada,
donde la impresión durará tanto como cuidemos el objeto, inmutable. Y donde el
mensaje llegará directamente al destinatario, en lugar de hacerlo a cualquiera
que pase por delante.
El diseño sólo está limitado por
la imaginación y las dimensiones de la taza
de quien va a tomarse cada día el café en el recordatorio de lo queremos:
fotos, dibujos, frases… Todo cabe. No como el grabado del árbol, monocromático
y forzosamente mal dibujado.
Además, el del árbol es un
mensaje que se borrará con los años. Bueno: en algunos casos, eso es más una
ventaja que un inconveniente.
Quieres tazas personalizadas? : www.tazas-personalizadas.net
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