Chapas y decibelios
Hay dos cosas que me apasionan, aunque sólo una me conquista;
las antipatías de mis vecinos. Estas pasiones son, de un lado, la que deja a
mis vecinos indiferentes, salvo cuando les arranca alguna sonrisa o los
escandaliza con uno u otro mensaje: las
chapas.
La Marcha de Iron Maiden
La otra es la que no gusta a los que duermen cerca de mi
casa: la música. Toda. Lo mismo
salto y tarareo a gritos la Marcha Radetzky, palmeando como una foca ante una
sardina, que lloro como una damisela ante un tema del más puro género heavy
metal. Y eso, mis vecinos lo llevan muy mal…
El caso es que he decidido, de un tiempo a esta parte,
mezclar ambos gustos, y cada día llevo la chapa con el nombre y logo de un
grupo diferente: ayer mismo, salía a la calle adornado por una insignia de The Police… Cuántas veces habré desentonado
su Englishman in New York. Hoy, por
ejemplo, me sentía más contestatario, con que me he puesto, sobre una cazadora
de cuero, la de Sex Pistols… Anarchy!
Plásticos y tribus
Las chapas, lo he escrito más de una vez, identifican y describen al portador. De
este modo, quien no es como yo, quien escucha un solo tipo de música, algo que
suele asociarse a tribus urbanas, tiene fácil aportar a su vestimenta un
elemento integrador en su grupo y diferenciador con respecto a otros.
Son muchos los grupos musicales que han decidido imprimir su
nombre y logotipo en chapas, de modo que, al menos como excusa para iniciar una conversación, son un
fenomenal instrumento…
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