Chapas personalizadas… ¡Guau!
Idénticos. Dos gotas de agua.
Destilada. Aún no se me ha borrado la sonrisa, y mira que hace ya un ratito que
los he visto. Un caballero al que llamo caballero, a pesar de que no lo
conozco… o precisamente por eso (ahí queda un guiño al gran Groucho Marx) paseaba con su perro por la calle.
Hasta aquí, todo normal.
El perro, que siempre es el
primer elemento del dúo humano-can
al que se me va la vista es un precioso ejemplar de bulldog –francés, creo-. El
hombre, un perfecto ejemplar de ser humano… Con una cara casi idéntica a la de
su mascota: ancha, de mofletes caídos y fláccidos, boca grande y recta, bolsas
en el párpado inferior… Sólo le faltaban los colmillos.
La foto de nuestro amigo, en una chapa
Se dice que el amo acaba por
parecerse a su perro. Pero es que hay casos extremos. Y, hablando de casos, el
caso es que se me ha ocurrido la posibilidad de que, quienes no se parezcan
tanto a sus compañeros sí pueden llevarlos
siempre a la vista, gracias a las chapas.
Para ello, se trata sólo de sacar
una foto de nuestro can; añadirle, si queremos, vía retoque fotográfico, algún detalle como el nombre, o alguna frase;
y enviarlo a través de Internet donde puedan hacer de la imagen una chapa
personalizada.
Un uso más de las chapas personalizadas: presumir de
mascota. Claro que, si nos ocurre que al señor que me ha inspirado este escrito
(gracias, por cierto), nos exponemos a algún que otro comentario. Si es que nos
importa lo que puedan decir, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario