Siempre hay hueco en la vida para las cosas importantes. Y
una de ellas es la risa, el buen humor. Piense en esa viñeta en el periódico
que hizo que sus compañeros le creyeran loco y enfadó a su jefe porque estaba
leyendo el periódico en la oficina. En esa frase, profunda e ingeniosa que le
hace sonreír.
Cambiemos de escenario: son las siete de la mañana.
Invierno. La calle bajo cero y la casa no demasiado lejos puesto que, con la
crisis, hay que ahorrar. Nos acercamos a la nevera y, antes de abrirla, nos
topamos con imanes con una lapidaria sentencia sobre días malos que empeoran según la Ley
de Murphy. O un dibujo de la Mafalda del gran Quino que, resignada ante la
vida, suelta cualquier sentencia digna de un niño de cien años… ¿No se nos
ilumina el día? El calor de esa sonrisa que nos brota de los labios, ¿No nos
desentumece el cuerpo, entre dormido y helado?
Imanes personalizados: alegrémonos el día
Eso es lo maravilloso de los imanes personalizados: el
mensaje que queramos transmitir o recordarnos con ellos estará siempre presente
allí donde nosotros queramos se encuentre: en el frigorífico, dándonos los
buenos días, en la puerta metálica del cajón de la oficina (que no lo vea el
jefe, por si acaso)… Cualquier superficie de frío metal puede transformarse en
soporte que provoque una cálida sonrisa… Un mejor día, en pocas palabras. Y
luego dirán que los imanes son sólo trozos de metal que se pegan por no sé qué
de los electrones y las polaridades…
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